MOVIMIENTO FAMILIAR CRISTIANO CATÓLICO EN PERÚ

LA AUTORIDAD: LA RESPONSABILIDAD CON NUESTROS HIJOS


"Ustedes no deben ser así. Al contrario, el más importante se portará como si fuera el último, y el que manda como el que sirve" (Lc 22,26).
Vamos a conversar hoy día sobre la AUTORIDAD en el hogar, sobre lo difícil que es ejercerla como padres y la enorme responsabilidad que ello implica. Cabe preguntarnos: ¿Es un conflicto para nosotros ejercer el principio de autoridad con nuestros hijos?


Los hijos crecen y con ellos los problemas. La adolescencia es quizás la etapa más difícil en la educación de los hijos, pues es la etapa del tira y afloja, de dar permisos o negarlos; no se sabe si mandar u obligar, si tener paciencia o castigar. ¿Cómo ejercer la autoridad con ellos?

Lamentablemente hablar de autoridad a los jóvenes es ponerlos en estado de alerta, “al toque” – al decir de ellos -, sienten un rechazo pues sienten que se les coarta su libertad. Hay que hacerles comprender que sus padres son su verdadera autoridad pues son sus “autores”, quienes le dieron la vida y es su deber hacerlos crecer física y moralmente y ayudarlos a formarse como personas. Ayudar a crecer a un hijo significa enseñarle a usar su libertad: capacitarlo para tomar decisiones por sí mismo y mostrarle por qué valores vale la pena decidirse.
Por eso los padres también tienen el derecho de dar órdenes, de sentar normas, pero siempre con la intención de ayudar a crecer, para evitar un daño o para corregir un defecto. Y no con gritos o violencia, sino con amor, firmeza y poder de convencimiento.

Para que su labor educadora sea fecunda, los padres deben recordar que ambos constituyen ante sus hijos UNA UNICA AUTORIDAD. Ello les exige actuar de común acuerdo, para no destruir lo que ha hecho el otro, para no descalificarse mutuamente y para no crearles una dañina sensación de inseguridad a los hijos, que esperan de ellos una orientación clara y definitiva. Esto supone entre los padres un dialogo continuo acerca de sus hijos y de los problemas de cada uno. A través de dicho dialogo, los padres revisan también su propia actitud de educadores, pidiéndole a Dios su fuerza y su luz para completar sus distintas perspectivas – de padre y de madre – de modo que los hijos reciban la debida proporción de cariño masculino y femenino que necesitan para crecer sanos.

PREGUNTAS PARA LA REFLEXION
 A menudo tratamos de hacerles a los hijos la vida fácil y no les damos reglas claras, horarios, etc. ¿en qué medida esto es nocivo para su educación?
 Cuando damos un castigo merecido, ¿nos mantenemos firmes o aflojamos diciendo: a ver que dice tu papá (o mamá)?
 Los jóvenes reclaman “libertad”. Sin embargo, educarlos para la libertad exige primero educarlos en la responsabilidad. ¿en qué hechos concretos diarios les damos responsabilidades en el hogar?
 ¿Dialogamos como esposos a menudo sobre cómo educar a nuestros hijos? ¿Rezamos juntos por ellos y con ellos?

No hay comentarios: