“Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de
Dios lo creó; varón y hembra los creó”. (Gen 1,27)
¿Hemos
pensado que ser diferentes es una gracia? ¿Se imaginan si fuéramos todos del
mismo sexo, del mismo tamaño, del mismo color, etc.? Seríamos como robots,
aburridísimos. Es por ello que es maravilloso saber que soy único(a) e
irrepetible, nadie hubo ni habrá otro(a) igual a mí. ¡Cómo no admirar,
entonces, la maravilla de la creación y agradecer el amor con que Dios me ha
creado y el amor que tiene particularmente por mí!
Es una gracia
de Dios que seamos todos diferentes.
En un
matrimonio los esposos son definitivamente
diferentes y ¡gracias a Dios! que así
sea. Las diferencias son para que como
esposos se complementen y para que se pongan al servicio del otro, logrando así
“SER UNO” como lo ha querido el Señor. Las diferencias de carácter,
habilidades, y virtudes de los esposos son la mayor riqueza de su matrimonio
porque cada uno aporta lo que al otro le falta.
Dios ama a
cada ser humano individualmente
con igual amor, así los padres han de amar a cada uno de sus hijos,
individualmente, con igual intensidad, porque cada uno ofrece una
particularidad distinta que los hace motivo de un amor y atención especial.
No hay dos
hijos iguales.
¡Que difícil
se torna amar a cada uno por lo que es
y cómo es! En una familia de varios hermanos, muchos o pocos, los padres suelen
medirlos con la misma vara, y que injusto puede terminar siendo eso.
Marita, ¿por
qué no eres como tu hermana
Cecilia?, ella siempre es ordenada, en
cambio tú… Sin darnos cuenta hemos
sembrado la rivalidad entre
hermanas. ¡Mira qué guapo se le ve a tu hermano!, pero tú siempre melenudo y
descuidado… Damos paso a un futuro acomplejado. Tantos ejemplos como estos
vemos a menudo en los hogares y sin embargo, esos padres están convencidos de
que están educando bien a sus hijos. Cada hijo debe tener “su” espacio en el
afecto y atención de papá y mamá. Algo que no debe descuidarse es compartir
actividades todos juntos educándolos como un equipo en que cada quien pone
lo suyo para
beneficio de la comunidad familiar. Formaremos así una familia unida, solidaria
y le agradeceremos al Señor por nuestras diferencias porque aprendemos a
compartir y a complementarnos. ¡Vivamos la gracia de ser diferentes!
PREGUNTAS
PARA LA REFLEXION:
Cómo
esposos, ¿cuáles diferencias reconocemos que causan fricción entre nosotros y
son materia de discusión?; ¿Qué diferencias admitimos que nos complementan?
¿Hemos
tomado conciencia de las múltiples diferencias que hay entre nuestros hijos?
¿Las enfocamos de igual manera como papá y mamá?
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