MOVIMIENTO FAMILIAR CRISTIANO CATÓLICO EN PERÚ

PROGRAMANDO MI FELICIDAD

José y Carolina
MFC Piura

Con la finalidad de asegurar el verdadero camino de felicidad en la familia, los cónyuges, tienen que satisfacer la necesidad de formarse y buscar formas de atención hacia ellos en primer lugar y luego hacia sus hijos. La organización de una familia empieza por la propia organización de cada uno de sus miembros y los padres son el ejemplo que los hijos deben de ver y respirar en el hogar. En la neurociencia educativa, esto parte de desarrollar y fortalecer nuestras neuronas espejos.  Lo que los hijos beben es lo que los padres viven.

Cuando se habla de felicidad esperada,  es importante que se hable desde la programación personal, del cómo planeo mejorar mi calidad personal a corto, mediano y largo plazo, no como un medio o herramienta de ayuda para solo entender a los demás, sino como medio de empatía para con los demás.
Es de suma importancia que los cónyuges aprendan a ver con otros ojos su realidad, que partan de una aceptación de lo que son, lo que tienen y lo que valen cada uno de ellos. Ninguna persona cambia de la noche a la mañana, pero si puede ir mejorando poco a poco con la ayuda de la persona que le quiere y cuando lograríamos con la persona que nos ama.  Por lo tanto nuestra empatía hacia el cónyuge debe ser flexible, que permita tener en cuenta las características de la pareja, de su entorno en el cual se desenvolvió en su soltería, del hijo que ha sido, del enamorado y novio que fue; permitiendo aceptarlo en primer lugar y luego dialogar y tomar decisiones para ir mejorando juntos, como pareja. Recordemos que cada persona presenta dificultades que muchas veces no permite afrontar una nueva y adecuada adaptación a una nueva vida: la vida matrimonial.

En todo matrimonio se debe contar con un proyecto personal, un proyecto de pareja y un proyecto familiar de vida. He aquí el punto neurálgico, es ahí donde quiero enfocarme, en el proyecto de vida.  Este proyecto de vida debe permitir concretizar ideales personales y familiares que se enfocan en la problemática de la persona y de la pareja para luego enfocarse en la problemática familiar.  De esta manera aprenderemos a afrontar nuestros problemas y necesidades. Sobre todo las espirituales.
Al contar con un proyecto de vida, estamos nutriendo a nuestra familia de organización, de metas, de objetivos concretos de vida, de buscar ser santos, de aprender a ser creativos y solidarios desde la fraternidad que se debe vivir en familia. Cuando hablamos de creatividad nos referimos al momento y lugar en el cual interactuamos con cada uno de los integrantes de nuestra familia, se trata de romper esquemas, de innovar.  Es aquí cuando nuestros encuentros encuentran lo valioso que somos y lo valioso de aprender a compartir.  Esto es empatizar con las diferentes características de cada uno de los miembros de la familia.

Un proyecto de vida debe ser evaluado, en primer lugar de manera personal, en pareja y luego familiar.  Si hay que pedir disculpas o perdón, pues con mucha caridad se hará y los demás aprenderán a ser humildes, de esta manera los hijos beben lo que los padres viven.
Seamos felices, programemos nuestra felicidad, total esto es nuestro camino de santidad.  Pero no es tan fácil, ¿cierto?   Estamos de acuerdo, pero todo es posible a la luz de nuestro padre Dios.  Lo primero que todo proyecto es que debe ser entregado a nuestro Padre, pidamos a él que nos brinde la fortaleza para comenzarlo y persistir en ello.  Claro está que somos humanos y caeremos, pero existe un regalo muy preciado, sí, la confesión una confesión que nos permite unirnos nuevamente a él y continuar nuestro camino, pero sobe todo nutrida de la comunión la cual nos brinda la fuerza y gracia necesaria.  Es por eso muy pero muy importante que nuestro matrimonio nazca y permanezca en Dios, que viva para servir, puesto que si no es así, no servirá para vivir.
Ahora sí, santifiquémonos en nuestro hogar y ayudemos a santificarse a los demás. Así descubriremos día a día lo valioso del matrimonio, con nuestro actuar coherente.

Recuerdo una dinámica: Pienso lo que digo, digo lo que pienso. Pienso lo que digo y siento, siento lo que digo y pienso.  Pienso lo que digo y siento lo que hago, puesto que hago lo que siento, digo y pienso. Termino con una interrogante: ¿cuántos de nosotros pensamos, decimos, sentimos y hacemos lo que sentimos, decimos y pensamos? Esto es  coherencia.

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