Ponderando
el significado y trascendencia de la familia, debemos de concordar que está constituido por relaciones
interpersonales de los cónyuges, hijos, hermanos dándole un inmarcesible
valor de unidad, amor y solidaridad en
la familia cristiana.
Partiendo de un principio de que la familia es
escuela de amor auténtico, el hogar donde se demuestra ejemplarmente su ser de
identidad cristiana, donde se demuestra con claridad cristalina la existencia
de amor, paz, comprensión y solidaridad dando esencia de lo que es un
matrimonio, comunidad de vida y amor establecido en la alianza de los esposos
con consentimiento personal y en forma irrevocable.
Instalado el matrimonio, vienen los hijos y ahí
viene esa responsabilidad de afecto y cariño,
convirtiendo a los padres en paradigma de ser primeros educadores de los
hijos. En el concilio Vaticano II ya nos recalca. “Los padres puesto que han
dado vida a sus hijos están gravemente obligados a la educación de su prole y
por tanto, son los primeros en la educación de los hijos”
Una familia cristiana acoge el evangelio, madura en
la fe, se hace comunidad evangelizadora y recordando a Juan Pablo II que nos
dice: “La familia al igual que la iglesia debe ser un espacio donde el
evangelio es trasmitido y desde allí deben irradiarse”. Una invitación para que
los padres formemos a los hijos para la vida de acuerdo a una
vocación cristiana abierta a los valores
que surgen de la enseñanza de Cristo y
que trasciendan en nuestro quehacer y vida cristiana.
Dentro de nuestro rol de paternidad responsable
nuestro interés debe ser esa interrelación constante con los hijos y ahí está el reto: el diálogo.
Y ¿Cómo nace el
diálogo diario? Lo más hermoso y fortalecedor. El primer diálogo de la
mañana es el hablar con Dios. Lo primero
es decir gracias Dios Mío por darnos vida en este nuevo día de tu creación,
hacer una oración y pedirle fortaleza
para ofrecer nuestro trabajo con amor, dignidad, y que nuestra palabra
signifique un ramo de flores que estén llenos de amor, del compartir, haciendo
agradable la presencia de nuestros hermanos en Cristo que se encuentran en
nuestro entorno comunitario.
En toda circunstancia de nuestra existencia de vida familiar y social, encontramos que el diálogo se convierte en un recurso estratégico de
acercamiento con el prójimo que nos conducirá a la unidad, solidaridad y
comprensión para encaminar nuestros ideales comunes humano cristianos. Es bueno
recordar lo que la Biblia nos ofrece como una de sus enseñanzas para realizar
una conversación que alimente la confianza dentro de la dignidad humana” La
boca del hombre es como un manantial de vida, la de los malvados disimulan la
violencia. El que frena los labios es prudente. Las conversaciones benévolas
son como el panal de miel, agradables al
paladar, buenos para la salud”.
En el mundo actual que vivimos es
preocupante que por interferencias de
exigencias sociales y económicas, nos cohíben ese acercamiento continuo de la
interrelación conyugal y de los hijos y más aún se profundiza esta preocupación
con la influencia de medios masivos de información como la radio, televisión e
internet que enmudecen y aíslan a los miembros de la familia. Esto no inhibe
rescatar los valores que tienen los medios de comunicación que se convierten en
agentes vinculantes en el quehacer
cultural e intelectual dentro de este mundo globalizante y de desarrollo
científico de la humanidad. Pero sí también señalamos que muchas veces se van
convirtiendo en instrumentos que van en desmerecimiento de los valores que
deben conducir en pro de la vida y dignidad humana.
A nivel de pareja vemos que el
diálogo es la primera forma de comunicarse y compartir la vida conyugal con sus
manifestaciones, aspiraciones, problemas y alegrías y ahora podemos
preguntarnos: ¿Qué tiempo nos damos para estar solos y dialogar como pareja?,
¿Nos parece suficiente? ¿Qué temas priorizamos para el bienestar familiar?...
No debemos de olvidar que dialogar es sobre todo escuchar y preguntar. Es la
voluntad firme de compartir los deseos, las preocupaciones, las alegrías,
conocer los estados de ánimo del prójimo. La actitud dialogante es abrirse a lo
que el otro nos quiera decir y tratar de comprenderlo. Ahí radicará la esencia
positiva del diálogo en pareja.
Algo más trascendente, como padre
veremos el diálogo con los hijos. Muchas veces nos gana el entorno social, los
medios de comunicación especialmente la televisión e internet y ahora los
sofisticados celulares que nos aíslan en ese mundo familiar que a diario
vivimos.
Ante esta realidad busquemos la
forma de acercarnos y compartir algunos programas que nuestros hijos eligen y
motivemos para que se realice un diálogo reflexivo y de comprensión con los
hijos. En otros momentos buscar el
interés del hijo de dialogar con los padres y es aconsejable dejar de lado aquella figura paterna de
hacer un monólogo en su participación, un personaje que da normas como una fuente de sabiduría, de experiencias
centralizando su existencia como ejemplo del saber absoluto. Debemos de recordar que al tratar con los hijos el diálogo es
conversar y escuchar al hijo con atención e interés que permita generar la
confianza llegando a un trato amical. Al escucharlo con interés y comprenderlo
es contentarlo, darle confianza e importancia como persona que también tiene
necesidad de comunicar y ser escuchado y sobre todo trasciende el compartir de
su forma de pensar y sentir. ¡Qué bien se siente uno, cuando se es escuchado.
No olvidemos que los hijos no solo
exigen enseñanzas, experiencias a
través de repetición de normas o
discursos, sino que se manifiesten a
través de testimonios reales y que mejor demostrando con un vida
ejemplar coherente con sus pensamientos e ideales. No podemos exigir respeto, unidad,
comprensión, justicia y solidaridad si nuestro comportamiento es de soberbia,
violencia, incomprensión. Seamos coherentes para que nuestra palabra esté
acorde con la forma de actuar en nuestra
vida cotidiana en familia y con la comunidad.
Como buenos miembros de la familia
cristiana acojamos el evangelio como herramienta para estar más cerca de Dios,
Leer la Biblia es mantener un constante diálogo con Dios. Hagamos madurar
nuestra fe considerando que la familia como iglesia doméstica es el ámbito, el
lugar donde los niños y jóvenes puedan recibir una auténtica catequesis con
amor, sencillez y alegría promoviendo la dignidad de la persona y la necesidad
de vivir en comunidad con Dios.
Darwin Venero E.
Presidente MFC Cuzco