MOVIMIENTO FAMILIAR CRISTIANO CATÓLICO EN PERÚ

MFC PIURA: MI FAMILIA, MI PARAÍSO


“El hombre es como una viña, sino no es muy bien cuidada se pudre y se pierde”


Hoy en día el hombre se encuentra abrumado por deseos de superación, deseos que muchas veces, por no decir en la mayoría de las veces, significa satisfacer necesidades físicas. He aquí el triunfo del consumismo, el cual busca crear necesidades superfluas en el hombre y que bien que lo hace.
Cuando un hombre no tiene en su corazón y en su mente a Dios como principal hacedor de su vida, ya tiene un problema muy grave, problema que por cierto, a los ojos de nuestro Padre Misericordioso, no es nada, ya que siempre nos brinda una oportunidad en el sacramento de la confesión; pero que para nosotros es motivo de caer en crisis.
Es por eso que el hombre tiene el deber moral de formar conciencia de la importancia de la familia que tiene un rol protagónico, de principal formador de personas hacedoras de su propia santidad. Pero nos preguntaremos ¿cómo?
En casa, cuando comenzamos a crecer, nuestros padres buscan en todo momento, que no nos falte nada, principal error. Los padres deben ayudar fortalecer nuestro carácter a través de la reciedumbre, la cual nos permite afrontar carencias. Imaginemos un bebe viajando en la camioneta con su madre, y empieza a llorar porque quiere leche, la madre se percata que ha deja el biberón en casa, y lleva buen tiempo viajando… acaso el bebe no podrá soportar el hambre hasta que llegue a buen destino. Claro que sí. He allí un buen ejemplo de cómo enseñar a una persona a practicar la reciedumbre. Esto permitirá que la persona cuando crezca no desfallezca ante las dificultades, que ponga esfuerzo en lo que hace, que valore lo que quiere y que lo logre, que aprenda a tener un plan de vida que le permita saber a dónde va y por qué va hacia ese destino. Es importante que constantemente aprendamos a evaluar ese destino, no sea que estamos yendo por un camino equivocado.
Más adelante cuando vamos creciendo los padres buscan que los valores sean el eje de nuestra vida, pero se olvidan que los valores se aprenden con el ejemplo y hablo del ejemplo de los propios padres. Cuántas veces hemos oído: “Dile que no estoy…” y dónde quedo “Siempre debes decir la verdad”. El trabajar los valores en una persona, empieza en casa y con el ejemplo.
Es importante que la familia aprenda a cultivar hábitos en los hijos de manera que el hábito lleve a esos hijos a los valores, para luego convertirlos en virtudes. Pero es bonito hablar y escribir, pero del dicho al hecho hay mucho trecho, reza un refrán.
Pero acaso nos somos personas con facultades que Dios nos ha regalado, facultades que parten de la inteligencia, libertad, fuerza de voluntad y capacidad de amar. He aquí el primer paso para la santidad. Todo lo que hacemos, decimos, etc., debe estar marcado por la búsqueda de la verdad en búsqueda de hacer el bien, para de esa manera lograr que el prójimo se sienta bien. Cuanta alegría se siente cuando hacemos las cosas bien, es decir, la obra bien hecha. Pero sobretodo cuánta alegría causamos en aquellos que se han beneficiado de nuestro buen actuar.
Recordemos, la dignidad del ser humano radica en saber utilizar estas facultades para buscar la santidad, nuestra santidad. Ya Don Bosco, nuestro Padre lo dijo: “Solo ofrezco, pan, trabajo y paraíso" - cuando una persona vive en gracia de Dios, entonces trasmite esa gracia con su actuar. Por lo que cada miembro de la familia tiene el deber de buscar que cada uno de sus miembros se siente feliz con los actos de los demás.
Aquí radica la importancia de la familia, como eje principal de una sociedad en la cual parta de la vivencia de la fraternidad hacia la vivencia de la solidaridad. Recordemos a Gandhi, cuando nos dijo: “El mejor camino para la Paz es el camino de la propia Paz”, una paz que parte de la paz interior de cada persona, para luego volcarse al servicio del prójimo con pasión por lo que hace.


Quisiera terminar diciendo: “para que un hombre este de pie en la vida, debe de estar de rodillas ante Dios”, es decir, partir de Dios para llegar a Dios. Y que mejor encuentro con Dios que en la Eucaristía, encuentro que siempre debemos cuidar y fortalecer.
Ánimo amigos, les invito a comenzar nuevamente el camino de santidad que Dios Padre nos ha puesto, un camino de dolor con alegría, un camino de llanto de felicidad, un camino de sangre brindada con amor; un camino de amor familiar, desde el amor al cónyuge, el amor a los hijos y el amor al prójimo. Aquí es cuando afirmamos "mi familia, mi paraíso".

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