En nuestra Iglesia local
del Cusco en el horizonte de la misión continental, diferente y permanente, y
con la fuerza de la pastoral de conjunto, estamos propiciando cada año una
acción conjunta a favor de la vida humana, es decir para; acoger, vivir, amar, respetar,
celebrar y anunciar el Evangelio de la Vida, sobre todo a defender con
propuestas creativas y proyectos valientes la vida de tantos inocentes e
indefensos. Las actividades comunes como la
marcha en defensa de la vida, las diferentes jornadas de Esperanza,
Vida y Dignidad por la familia y el encuentro Arquidiocesano de la familia, son
propuestas proféticas que propician; sensibilidad,
respeto y acción responsable a favor de la vida humana.
Los niños, los jóvenes y
las familias que son protagonistas del Evangelio de la Vida gritan con valentía
y esperanza por los que no tienen voz, que una nueva humanidad es posible desde
la familia y con la familia: sin la familia no hay futuro para la
humanidad. El futuro de la humanidad pasa por la familia. Esta
institución natural y sagrada es señalada por el Magisterio de la Iglesia
católica como; célula primera y vital de
la sociedad, comunidad de personas, escuela del más profundo humanismo, protagonista
en el desarrollo de la sociedad, iglesia doméstica y santuario de la vida (Cf.
Juan Pablo II; FamiliarisConsortionn. 17-64).
La vida no sólo es un
derecho fundamental e inalienable inscrito en la naturaleza de las personas,
sino es un don maravilloso y amoroso de la Santísima Trinidad, que se ha dado y
donado a todos los hombres desde el comienzo de la vida, en el milagro de la
concepción hasta la serenidad espiritual de la muerte natural.La
familia por vocación está llamada a promover la vida humana desde la concepción
hasta su fin natural. La familia es el ámbito natural donde la vida,
don de Dios, es acogida y defendida de tantos ataques y amenazas que hoy sufre.
La vida humana, tan frágil en sus inicios, corre tantos peligros de ser
destruida, por eso necesita de la familia, de los padres, del hogar, para verse
sostenida y protegida.El rol que la familia desempeña en la construcción de una
auténtica“cultura de la vida” es
determinante e insustituible (Cf. Juan Pablo II; EvangeliumVitae n. 92). Contra
la imperante “cultura de la muerte”,
ella constituye un baluarte decisivo de la “cultura
de la vida”. Es la familia donde la vida humana es percibida como un don,
como realidad sagrada, confiada a la responsabilidad, veneración y custodia
amorosa de los padres.
La defensa del no nacido no se opone sino que se
integra a la defensa de la mujer, especialmente de aquellas que sufren abusos o
se encuentran abandonadas. En nuestra coyuntura nacional se ha abierto la
posibilidad de la despenalización y legalización del aborto, el
“no” de la Iglesia a este crimen abominable es un “sí” a la vida, que
puede resonar en el santuario de la conciencia de todo ser humano. La defensa
de la vida desde su concepción hasta su fin natural con la muerte, no admite de
nuestra parte silencios, justificaciones, excusas, ni excepciones, sino el
anuncio profético por tantos inocentes sin voz y sin rostro, que siguen
gritando desde el silencio por una nueva humanidad desde la familia.¡Por ello familia, no tengas miedo a ser lo
que por vacación estas llamada a ser! ¡Familia: en ti se fragua el futuro de la
nueva humanidad! ¡Familia, se fuerte y valiente para anunciar la voz de los sin
voz!
Esta experiencia desde nuestra debilidad pastoral
tiene que ser fortalecida con la “Alegría del Evangelio”, con el cual el Papa
Francisco nos invita a vivir un nuevo tiempo de evangelización, para que el
hombre recupere su humanidad hay que incluir a los pobres. El pobre e indefenso
que es muy frágil son los niños por nacer. Dice el Papa: “entre esos débiles, que la iglesia quiere cuidar con predilección,
están también los niños por nacer, que son las más indefensos e inocentes de
todos, a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana en orden a hacer
con ellos lo que se quiera, quitándoles la vida y promoviendo legislaciones
para que nadie pueda impedirlo” (EvangeliiGaudium. n. 213).
Hermanos y hermanas del Movimiento Familiar Cristiano
tenemos la tarea de propiciar acciones concretas para que la familia sea
santuario de vida.
Monseñor Fredi
Aparicio
Asesor espiritual MFC Cusco
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